jueves, 10 de noviembre de 2011

LA REPÚBLICA PRESIDENCIAL I.

El período entre 1925 y 1973 es conocido en Chile como República Presidencial. Se caracteriza por el cambio en el régimen político chileno, ya que el Presidente vuelve a ocupar un papel central en las decisiones políticas. En lo económico se caracteriza por la búsqueda del Desarrollo Nacional como gran objetivo, lo que se pretendía a través de una gran modernización, fundamentalmente en el ámbito industrial, con un fuerte rol del Estado.
En estos dos aspectos (político y económico) podemos distinguir dos etapas. La primera, entre 1925 y 1938, se caracteriza por una gran inestabilidad política y por una serie de reveses económicos que sufre Chile. La segunda etapa se caracteriza por el contrario, por una gran estabilidad política y por un crecimiento económico sostenido.
El período de conflictos (1925-1938)
En 1920 salió electo Presidente de Chile Arturo Alessandri Palma. Como hemos visto, se trata de un político que planteó que los problemas sociales y políticos que vivía Chile debían ser solucionados, ya que la situación de caos era perjudicial para el desarrollo del país. En tal sentido propuso que Chile tenía que buscar mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. En el ámbito político Alessandri buscaba que el Presidente recuperara el poder que tenía, quitándole atribuciones al Congreso. Un presidente fuerte que pudiera tomar decisiones para poder hacer importantes cambios, tal era el ideal político de Alessandri.
Sin embargo a poco andar estas ideas chocaron con el Congreso y Alessandri se encontró en un callejón sin salida al no tener mayoría parlamentaria. Este conflicto fue “zanjado” cuando un grupo de oficiales jóvenes del Ejército irrumpió en el Congreso en 1924, forzando la aprobación de una serie de leyes sociales propuestas por el presidente Alessandri. Este hecho es conocido como “El ruido de sables”, ya que si bien los oficiales se retiraron del Congreso, arrastraron sus sables haciéndolos sonar contra el suelo a modo de amenaza a los parlamentarios.
Si bien este hecho sirvió para destrabar un conflicto y para que el Estado chileno asumiera efectivamente la necesidad de mejorar las condiciones sociales de la población, abrió una “Caja de Pandora”, ya que los militares tuvieron en los años siguientes un papel importante en la política chilena, siendo el mayor ejemplo de esto la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo, entre 1927 y 1931.
En el ámbito legal en 1925, hacia el final del gobierno de Alessandri, se promulgó una nueva Constitución, que reemplazó a la de 1833. Esta nueva Constitución era presidencialista y establecía períodos de gobierno de 6 años. Además separaba de manera clara a la Iglesia Católica del Estado y creaba una institución independiente para los escrutinios electorales: el Tribunal Calificador de Elecciones.
La inestabilidad política continuó en Chile durante la década del 30: se sucedían gobiernos de corta duración, intentos de Golpes de Estado, e incluso se instauró una breve República Socialista en 1932.
En lo económico Chile sufrió dos severos golpes durante el primer cuarto de siglo. Por un lado en Alemania se logró crear un salitre sintético, cuya producción resultaba más económica que importar el salitre desde Chile. Esto ocurrió durante a finales de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y significó que poco a poco el salitre dejara de tener importancia en la economía chilena, perdiendo Chile una importante cantidad de exportaciones.
Por otro lado la Crisis Económica Mundial que se dio en 1929 afectó con mucha fuerza a Chile, siendo considerado el país más afectado del mundo. Si bien la recuperación económica chilena fue rápida, la crisis impactó enormemente, acentuando los problemas sociales que ya tenía Chile.
El Frente Popular.
En ese contexto de gran desorden político y de agudos problemas económicos es que en 1938 se presentan a elecciones 3 candidatos. Gustavo Ross representaba al Alessandrismo, Carlos Ibáñez del Campo era independiente y era popular a pesar de haber sido antes dictador. El tercer candidato era Pedro Aguirre Cerda, representante de una coalición de centro-izquierda llamada Frente Popular. En él confluían en Partido Socialista, el Partido Radical y el Partido Comunista, además de organizaciones sociales. Fue este último el candidato que resultó electo, con un programa que buscaba fortalecer la democracia, fomentar la industria y aumentar la cobertura educacional. Con su lema “Gobernar es educar”, Pedro Aguirre Cerca ponía el acento en este último aspecto.
La idea de crear un Frente Popular no era original de Chile. Durante la década del 30’ en Europa, y ante el peligro que representaban el fascismo y el nazismo, se crearon en Italia y Francia coaliciones de partidos políticos de centro-izquierda para hacerles frente, esas coaliciones fueron llamadas Frentes Populares. En ausencia en Chile de una ideología fascista que hiciera peligrar la democracia, el Frente Popular tuvo más bien como meta el desarrollo económico y la justicia social.
Más allá de que el Frente Popular como tal dejó de existir prontamente, estos dos objetivos fueron los mismos que tendrían los gobiernos siguientes. El siguiente texto, del economista Osvaldo Sunkel, trata precisamente sobre cómo se llevaron a cabo esos objetivos, tanto en los años 40’ con el Frente Popular, como en los 50’ y 60’ por otros gobiernos.



El debate económico en los años 50.
En realidad, lo que pasó en los años 20 y 30, y posteriormente, con la Segunda Guerra Mundial (1938-1945), le planteó al país un desafío descomunal, como probablemente no lo tuvo en todo un siglo; se trataba de reemplazar una economía que derivaba su dinámica de una actividad como el salitre, que estaba en bancarrota y que requería, para resolver los problemas políticos y de convivencia nacional, o de una dictadura que impusiera una solución, o de un consenso, integración y participación de amplias capas de la sociedad, de modo que se pudiera buscar una solución negociada, y todo esto sin ningún apoyo externo. En otros países latinoamericanos se instalaron en la época algunas de las peores dictaduras del continente […]. En muchos otros países hubo rupturas muy serias de los regímenes democráticos durante el período. La excepción en este aspecto fue Chile, que salvo una interrupción relativamente breve, logró sustituir la viga maestra del salitre por la del cobre, sacar fuerzas de flaqueza y reemplazar sus fuerzas dinámicas externas de desarrollo, crecimiento y acumulación por nuevos factores internos, especialmente en el sector manufacturero y el Estado, y todo esto con el aporte de los distintos sectores de la comunidad nacional para levar adelante este experimento en condiciones democráticas.
¿Cómo logró el país salir a flote en condiciones tan desfavorables? Pues bien, lo logró fundamentalmente a través de la acción del Estado. El Estado chileno, que ya tenía algunas experiencias en un papel de promotor y de empresario, se transformó en un período breve en un extraordinario promotor del crecimiento económico, de la industrialización, de las inversiones en infraestructura, en energía, en petróleo, en la creación de industrias básicas; promovió esquemas de modernización agrícola, desarrolló la educación superior, la técnico-profesional necesaria para hacer todo esto, etc. Podríamos resumir, desde un punto de vista, toda esta obra de creación a nivel nacional, con los extraordinarios resultados logrados por la CORFO, sobre todo en las décadas del 40 y del 50.
(Sunkel, Osvaldo. Visión de Chile (1920-1970). Ediciones CINDE, Santiago, 1980.)


Resumen. En el siguiente cuadro resumimos las principales empresas e instituciones que fueron creadas en los años siguientes, y que implicaron, directa o indirectamente, un importante aporte del Estado al desarrollo nacional.
Institución
Año de creación
Propiedad.
CORFO
1939
Estatal
Compañía de Acero del Pacífico (CAP).
1946
Estatal
Manufacturas del Cobre (MADECO)
1944
Mixta
Empresa Nacional del Petróleo (ENAP).
1950
Estatal
Laboratorios Chile
1940
Estatal
ENDESA
1943
Estatal
Chilefilms
1942
Estatal
IANSA
1953
Estatal
Universidad Técnica del Estado
1947
Estatal
Banco del Estado de Chile
1953
Estatal
Ministerio de Economía
1941
-
Ciudad del Niño
1943
Estatal
Hogar de Cristo
1944
Privada (Iglesia Católica)

miércoles, 9 de noviembre de 2011

LOS POBLADORES Y EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA.

Como hemos visto, desde la segunda mitad del siglo XIX las grandes ciudades, fundamentalmente Santiago, Valparaíso y Concepción, sufrieron un gran aumento de su población. Este proceso se dio a partir del fenómeno de la migración campo-ciudad, que se tradujo en que miles de chilenos abandonaban su residencia en el campo o en pequeñas ciudades y se trasladaban a las grandes ciudades, donde esperaban encontrar mayores oportunidades laborales.
Lejos de detenerse, este proceso continuó durante todo el siglo XX, por lo que el problema de la vivienda (es decir, cómo hacer que el aumento en la cantidad y calidad de las viviendas correspondiera al aumento de la población urbana) persistió y en buena medida persiste hasta el día de hoy. Como además existía un crecimiento vegetativo de la población (vale decir, es mayor la cantidad de nacimientos que de defunciones), dado que progresivamente se fueron mejorando las condiciones sanitarias y de calidad de vida, el problema no dejó nunca de ser urgente.
Sin embargo el estado chileno no actuó hasta los años 50’ con la celeridad que el problema requería. Las soluciones privadas sólo eran accesibles a personas con poder adquisitivo, de modo que se necesitaba que el estado actuara para solucionar este grave problema.
Al no ocurrir esto los problemas de vivienda eran graves, sobre todo en Santiago. Esto llevo a que muchas familias solucionaran su problema a partir de la ocupación precaria y temporal de terrenos no urbanizados. Estos campamentos que se dieron en Santiago fueron conocidos como poblaciones callampas y alcanzaban grandes dimensiones, en sectores como el Zanjón de la Aguada o las riveras del Río Mapocho. De más está decir que las condiciones de higiene de estos emplazamientos distaban mucho de ser satisfactorias.
El año 1947 ocurren dos hechos importantes. Por un lado familias que habitaban en poblaciones callampas del Zanjón de la Aguada realizan una toma de los terrenos al sur del Zanjón. Los terrenos estaban ubicados a una legua del centro de Santiago, de ahí el nombre de la nueva población. Unos kilómetros más hacia el poniente, decenas de familias negocian con el gobierno para ocupar unos terrenos en la comuna de Estación Central, surgiendo la población Los Nogales. Estos dos hechos daban cuenta de que las personas que vivían en estas difíciles circunstancias estaban organizándose y buscando por ellas mismas dar solución al problema de la vivienda.
Sin embargo no fue sino a finales de la década siguiente cuando comenzó un proceso de construcción de grandes poblaciones por parte del estado en diversas zonas de Santiago. Esto se vio impulsado por una nueva institucionalidad. La CORVI (Corporación de la Vivienda) es creada en los años 50’, como repartición pública abocada al tema de la vivienda. En 1964 se crea el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, lo que da cuenta de la importancia que el tema de la vivienda tenía. Tanto la CORVI como el MINVU impulsaron la construcción de grandes poblaciones en Santiago. Muchos pobladores se beneficiaron de este proceso. Poblaciones como la José María Caro abarcaban una extensión similar a la de una ciudad pequeña, albergando a miles de familias.
En este proceso también hubo acciones directas por parte de pobladores, que ya no sólo pedían que se les solucionara su problema, sino que buscaron ellos mismos dar con la solución a partir de tomas ilegales de terrenos. La toma que dio origen a la Población La Victoria en 1957 aceleró todo el proceso. Por un lado fue imitada en otros lugares, y por otro motivó al estado a acelerar los loteos y construcciones de viviendas.
De esta manera entre 1957 en adelante, ya fuera por tomas o por iniciativas del estado, surgieron las primeras grandes poblaciones de Santiago, que verdaderamente le cambiaron la cara a la ciudad, aunque por cierto que persistieron muchos problemas (las viviendas nuevas de todas formas eran insuficientes) y se agregaron otros (las nuevas viviendas estaban en una ubicación más periférica que las antiguas poblaciones callampas, generándose problemas de conectividad).



Anexo
En la siguiente tabla indicamos algunas de las poblaciones que se formaron durante este período en Santiago:
Año
Origen
Población
Comuna Actual
1947
Toma
La Legua
San Joaquín
1947
Ocupación
Los Nogales
Estación Central
1957
Toma
La Victoria
Pedro Aguirre Cerda
1959
CORVI
San Gregorio
La Granja
1959
CORVI
Lo Valledor
Pedro Aguirre Cerda
1961
Toma
Santa Adriana
Pedro Aguirre Cerda
1962
CORVI
Clara Estrella
Lo Espejo
1963
CORVI
José María Caro
Lo Espejo
1964
MINVU
Juanita Aguirre
Conchalí
1970
MINVU- Toma
La Pincoya
Huechuraba
1970
Toma
Guanaco
Conchalí

El siguiente texto corresponde a un testimonio de una pobladora, Inés Mondaca, que participó en la Toma de La Victoria.

Costaba, tardaba, pero siempre se lograba (fragmento).
Cuando llegamos sólo pensamos en apechugar, mi marido y yo estábamos jóvenes, y además luchas, por el agua, para que nos pusieran cañerías. Aquí se formó un Comité Central y comités por cuadra o bloque, como se les llamaba, así nos organizábamos para informarnos y ver qué hacer. Las mujeres también teníamos tareas en los bloques. Debíamos preocuparnos de la seguridad en el día, los hombres lo hacían por las noches. Debíamos cuidar los sitios porque decían que vendrían de otras partes a quitarnos los terrenos, además que en cualquier momento podían entrar a pegarle a la gente. Era peligroso, pero ante la incertidumbre apechugamos no más. Preferíamos no pensar mal y confiar en los dirigentes que teníamos, porque había buenos compañeros a la cabeza, dirigiendo.
Hubo hartos problemas: la salud de los niños, teníamos poca leche, esto era pura tierra y yuyo. La Iglesia también ayudó harto; traía leche y también fiesta porque la gente necesitaba ser feliz. Tuvimos que organizarnos para solucionar las cosas en los bloques. Con la salud había que cuidarse no más, y había harta solidaridad. Si se enfermaba un dueño de casa se le ayudaba con las colectas, porque esa familia tenía que mantenerse. Recuerdo al compañero Cantero que varias veces de su bolsillo sacó para ayudar a alguna persona enferma, para que tuviera para comer. Para arreglar lo del agua, fueron los dirigentes a hablar a la empresa y los pobladores hicimos una colecta para comprar cañerías. Así tuvimos al menos una llave por cuadra y ya no había tanto taco. Hartos años no costó. ¡Si entraban los carabineros y nos hacían tira las rucas de sábanas que teníamos!, ¡Si a nosotros nos hicieron eso y nos volaron todo! Pero al otro día se levantaba de nuevo la ruquita y partíamos otra vez. […]
Muchos problemas persistían, como las enfermedades de los niños, por lo que luchamos para tener un Policlínico. También para tener un retén de carabineros. Íbamos todos juntos a exigir a los ministerios. Entraban nuestros dirigentes y afuera los demás hacíamos barra. Así lo hicimos para lograr el alcantarillado, la luz, el agua, para todo. Y costaba, tardaba, pero siempre se lograba.
Referencia: Grupo Identidad: Memorias de La Victoria, relatos de vida en torno a los inicios de la población. Santiago, 2003. Pp 80-83.

Preguntas:
1.- ¿Qué eran las poblaciones callampas?
2.- De acuerdo al texto, ¿qué valores inspiraban a quienes participaron de la Toma de La Victoria?
3.- ¿Cuáles eran los problemas que vivían los pobladores de la Victoria en los primeros años de la población?

lunes, 24 de octubre de 2011

LA REPÚBLICA PARLAMENTARIA Y LA CUESTIÓN SOCIAL.


Como hemos visto, en la segunda mitad del siglo XIX Chile gozó de un gran crecimiento económico, debido principalmente a las espectaculares ventas del salitre. Después de la Guerra del Pacífico Chile se consolidó como principal productor a nivel mundial. En la década siguiente a la Guerra la industria salitrera se expandió notablemente. El año 1890 fue decisivo en este sentido: no sólo se superó por primera vez el millón de toneladas exportadas, sino que- también por primera vez- las rentas relacionadas al salitre fueron más de la mitad de la renta nacional. La mitad del dinero que circulaba en Chile tenía relación directa con el salitre.
            Los beneficios de las ventas del salitre, junto a otras actividades económicas como el carbón o la agricultura, hicieron de Chile un país con grandes recursos. Como hemos visto, parte de estos recursos fueron utilizados en importantes obras públicas como la Estación Central, el Viaducto Malleco o la Remodelación del Cerro Santa Lucía. Otra parte de estos recursos se utilizaron, por parte de la elite de la época, en la adopción de un estilo de vida lujoso, cuyo símbolo son las grandes mansiones de Santiago que aun perduran, como el Palacio Cousiño o las grandes casas que hay en calle Dieciocho o República en Santiago.
            La evaluación que la propia elite hacía de la situación del país era hacia 1910 positiva y primaba el optimismo. Como señala un texto de la época:
“La industria agrícola, no obstante todo cuanto se ha dicho en contrario, ha seguido prosperando desde 1878 acá; la industria minera, nuestra industria principal, ha continuado proporcionando al Estado las rentas más cuantiosas; las industrias fabriles cuentan ya con capitales de importancia, y suministran, entre los valores de la producción nacional, una cifra que pasa de cien millones anuales; el comercio exterior ha cuadruplicado, desde el propio año, su movimiento, y otro tanto puede decirse del comercio interior, que acaso es superior al cuádruple; las industrias de transportes han crecido en número y en proporciones; las comunicaciones se han facilitado grandemente con nuevas vías y nuevos medios lanzados por las invenciones, que de todos los países nos llegan; en las ciudades la edificación se ha mejorado y crecido; la pavimentación tiende á hacerse de día en día más cómoda.”
            En el ámbito político, Chile desde 1891 tenía un régimen parlamentario. El Congreso con sus dos cámaras (senadores y diputados) era el lugar donde se tomaban las decisiones más importantes. El poder de los presidentes de este período era más bien reducido: su presupuesto debía ser aprobado por el Congreso, sus ministros estaban sujetos a interpelaciones parlamentarias y sólo se mantenían en sus cargos mientras contaran con la confianza del Congreso, no del Presidente.
            Estos cambios en la institucionalidad hacían que los gabinetes (es decir, el conjunto de ministros de un presidente) fueran cambiados con mucha rapidez. El gobierno de Germán Riesco, por ejemplo, tuvo 17 gabinetes ministeriales, siendo 73 los ministros que gobernaron bajo su mandato.
            Esta situación era vista por algunos con inquietud, pues dificultaba la posibilidad de hacer cambios en la sociedad. Pero no todos compartían ese juicio. Para algunos era bueno que Chile no dependiera de un Presidente, aunque eso implicara cierto relajo en el manejo de los asuntos públicos. La poca importancia del Presidente implicaba una mayor estabilidad. Esta estabilidad se vio confirmada en 1810, cuando falleció el Presidente Pedro Montt, siendo reemplazado por Elías Fernández Albano, quien también falleció el mismo año. En su reemplazo asumió Emiliano Figueroa. Chile tuvo tres presidentes en menos de un año, y todo siguió funcionando en orden. Los partidarios del parlamentarismo mencionaron ese hecho como un signo de estabilidad.
            Dentro de este cuadro de optimismo que hemos venido señalando, sin embargo, comienza a asomarse otro Chile. El texto que veremos a continuación nos sirve como una primera aproximación a ese otro Chile.
 
INSTANTÁNEA DE ÉPOCA: MÁRMOL Y BARRO.
Septiembre, 1910. Por las calles circulan algunos automóviles, victorias o coches de posta, unos pocos coches americanos y los primeros vehículos de transporte con motor a gasolina (las famosas “taguas” y “góndolas”). También carros de sangre y tranvías eléctricos, uno de ellos lleva un letrero: “la viruela aumenta, vacúnese sin falta”. Cerca del Club Hípico deambulan carretelas dieciocheras y muchedumbre de a pie. Además carruajes de embajadas extranjeras invitadas a las fiestas del centenario. Santiago es una ciudad extendida. Es primavera y en las noches la Alameda de las Delicias está iluminada. En las principales manzanas del centro, junto con el gran comercio, un par de prósperos banqueros ocupan relucientes mansiones de bronce y mármol. En calles como San Antonio hay un comercio abigarrado: boticas, relojerías, negocios de calzado, sastrerías y tiendas con un letrero que anuncia “se realiza todo, a muy bajo precio”.

En la propia Alameda, en una residencia majestuosa, vive con su familia el todavía joven e inédito poeta Vicente Hiudobro (que tendido en un diván sueña con la Comtesse de Noailles). La apertura de Gath y Chaves, multitienda al estilo europeo inaugurada ese año, con varios niveles y ascensores, crea gran curiosidad y expectación. El país, complacido de sus logros, se auto congratula. No merece menos una capital con más de 400.000 habitantes, un país con una población total que bordea los 4.000.000 en sus 23 provincias, desde Tacna y Arica hasta el territorio de Magallanes; no merece menos una sociedad que en la voz del discurso oficial (los Baedecker y volúmenes celebratorios en papel satinado) se percibe a sí misma como culta, ilustrada y europea; una nación que con la celebración del centenario está pasando de la edad juvenil a la edad adulta. Un viajero norteamericanote esos años, W.D. Boyce, señala que las modas de París llegan a Santiago con la misma rapidez que a Nueva York, los “parques y la Alameda- dice- hacen que la capital de Chile sea por las tardes tan hermosa y atractiva como Rotten Row en Londres o Central Park en Nueva York”.
En el llamado “vecindario decente”, conformado por el centro y algunas manzanas aledañas, hay antiguas casas solariegas de estirpe española, con patios floridos, balcones enrejados y tejas, pero también algunas construcciones a lo “Belle Epoque”: mansiones de estilos europeos u orientales, y hasta palacios de corte neoclásico o morisco. Los beneficios del salitre a las arcas fiscales han aportado lo suyo a la urbe y a la modernización oligárquica: allí está el alumbrado público y los teléfonos, el alcantarillado, u obras como el Palacio de Bellas Artes de Jecquier; el Parque Forestal de Dubois; la nueva fachada del Correo Central; el Palacio de los Tribunales de Doyere; La Estación Mapocho –adonde llega el recién inaugurado ferrocarril trasandino-, la red de tranvías eléctricos y el inicio de la Biblioteca Nacional. En la Alameda abajo, cerca de la Estación de trenes diseñada por Eiffel, en un barrio de prostíbulos y gañanes, un charlatán discursea en una esquina ofreciendo a los transeúntes brebajes para todo género de enfermedades.
Del centro de la ciudad parten algunas de las calles que dan a la periferia, muchas todavía con acequias de aguas servidas a tajo abierto, calles polvorientas (o con restos de barro) que van a morir a los confines de la ciudad, o desaparecen en miserables suburbios, donde- según un cronista de la época- los ranchos de paja son negros y los basurales se levantan como promontorios en los que husmean perros escuálidos, lugares que colindan con potreros a campo abierto, como Chuchunco o “Los Pajaritos”.
Entre esos suburbios de los “confines” y el “vecindario decente” del perímetro central, se despliegan los más de mil conventillos con habitaciones insalubres- o “cités”, como se les llamaba entonces, con voz afrancesada. Esta es Santiago, esta es la ciudad que después de largos meses de incertidumbres de toda índole, se dedica- con bombos y platillos y algún huifa ay ay ay- a la celebración del primer centenario de la Independencia, en septiembre de 1910.

EL MUNDO DE LAS SALITRERAS.

            A partir de la segunda mitad del siglo XIX, y sobre todo una vez finalizada la Guerra del Pacífico, la industria salitrera en Chile tuvo un gran crecimiento. Como ya mencionábamos, en el año 1890 no sólo se superó por primera vez el millón de toneladas exportadas, sino que ya el salitre representaba más del 50% de la renta nacional.

            Para explotar el salitre se instalaron una serie de pequeñas ciudades: las Oficinas Salitreras. En ellas se extraía el salitre de la tierra y a través de ferrocarriles se llevaba a las ciudades de la costa (sobre todo Antofagasta e Iquique) donde se exportaba por barco. Algunas Oficinas Salitreras fueron Santa Laura, La Palma (, posteriormente llamada Humberstone), Fuerte Baquedano, Victoria, Chacabuco, María Elena, Pedro de Valdivia. Hacia 1920 las Oficinas salitreras eran más de un centenar.
            La gran distancia que había entre las Oficinas y los centros urbanos hacía necesario que los trabajadores del salitre vivieran en las mismas Oficinas. Como el trabajo en general se hacía con poca tecnología se necesitaba abundante mano de obra. A los trabajadores se sumaban sus familias y personas que trabajaban en servicios necesarios para la vida en estas pequeñas ciudades, como por ejemplo atender en las pulperías, como eran llamados los negocios donde los trabajadores se abastecían de lo necesario (normalmente las pulperías eran propiedad de la misma empresa salitrera). Considerando todo esto, hubo salitreras que superaban los 8 mil habitantes. Los trabajadores de las salitreras tenían diferentes orígenes. Muchos provenían de la zona central de Chile,  otros venían del Norte Grande, otros provenían del Perú, Bolivia o Argentina.
            Los trabajadores del salitre van a vivir en condiciones difíciles. Uno de sus principales problemas va a estar dado por el monopolio que las empresas salitreras van a establecer sobre el comercio en las Oficinas Salitreras, a través de las ya mencionadas pulperías. En varias oficinas incluso a los trabajadores se les va a pagar en fichas, las cuales eran intercambiables por productos en las pulperías. Como la propia empresa fijaba el precio de los productos los trabajadores estaban sujetos a precios que implicaban en la práctica una baja disimulada de sus salarios. Otro problema va a ser la frecuencia de accidentes laborales, ante los cuales las empresas salitreras no tenían la obligación de responder.

            Pero las salitreras no fueron sólo lugares donde los trabajadores sufrían la explotación. También en torno a ellas se van a desarrollar y fortalecer las organizaciones de los trabajadores. Ya sea a través de las Sociedades de Socorro Mutuo que se dieron en esta zona, a través de los sindicatos que los trabajadores formaron, o de otras formas de organización, los trabajadores del salitre van a luchar por mejorar su condición.
            Un hecho fundamental en este sentido fue la huelga de trabajadores del salitre que se dio en Iquique en 1907. Cientos de trabajadores bajaron de las oficinas a Iquique para plantear sus demandas a la autoridad. Estas demandas consistían en el pago del sueldo en libras (ya que el mineral se comercializaba hacia el exterior en esa moneda), la mejora en las medidas de seguridad y la libertad de comercio dentro de las salitreras.
El resultado de esta manifestación fue trágico: la autoridad envió tropas al mando del general Roberto Silva Renard. El día 21 de diciembre las tropas abrieron fuego sobre los trabajadores, que se habían instalado en la Escuela Santa María. El número de fallecidos no se ha determinado con exactitud, pero sobrepasa las mil personas. La Matanza de la Escuela Santa María remeció a la opinión pública de la época y fue una prueba por un lado de la importancia de los trabajadores del salitre y, por otro, de la poca voluntad de la autoridad de dar respuestas a sus demandas.
            Con el tiempo los trabajadores del salitre no sólo se organizaron cada vez más, sino que en ese sector adquirieron fuerza ideologías que no habían tenido hasta entonces demasiada fuerza en Chile, como el pensamiento anarquista y socialista. Muchos de los adherentes de estas ideologías van a publicar sus ideas en periódicos, lo que va a dar origen a una abundante prensa obrera en la zona del salitre.
            El siguiente texto corresponde a un artículo del periódico El despertar de los trabajadores, que circulaba en Iquique. En él su autor, José Zuzulich critica duramente las condiciones en que la situación política y económica dejaba a los trabajadores del salitre:
           
Después de seis meses o un año de cruel y sangrienta guerra, queda vencedor el país ofendido; gracias al valor de sus soldados consigue conquistar dos o tres provincias, se disuelven los batallones movilizados y se lanzan proclamas dando a conocer la gratitud de la Patria, por haberla defendido de sus agresores, prometiendo premiarlos por su heroico valor. Después de algunos años, la Patria vende los terrenos de esas provincias conquistadas a la nación vecina, al capital extranjero; percibe enormes entradas de las industrias que se han desarrollado en ellas, pero no se acuerda de ceder en ese mismo suelo, un pedazo de seis metros cuadrados para cada uno de los que despreciando su vida ayudaron a conquistarlo, tampoco se acuerda esa Patria de dar una pensión a las viudas, o sea a las familias de los que cayeron inmolados, ni tampoco a los que quedaron inválidos e incapaces de ganarse el sustento. El premio que da la Patria para los primeros es presentarles bayonetas y cañones si se dignan a pedir un pan más para sus hijos, o pedir garantías y Libertad contra el capital opresor. Para las segundas está abierta la puerta de la corrupción que, estando desamparadas y sin trabajo para ganar su sustento no han tenido otro camino que seguir el que conduce al abismo de la corrupción; y para los últimos son los premios de los permisos para implorar la caridad pública. ¡Ésa es la Patria!
(En Pinto Vallejos, Julio. Desgarros y utopías en la pampa salitrera. LOM Ediciones Santiago, 2007. P125)


Preguntas:
1.- ¿Qué importancia tuvo la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique?
2.- En el texto de Zuzulich, ¿Con qué grupo o sector se identifica a la Patria?
3.- Consideremos la siguiente definición de la cuestión social: “el momento en que una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura”. ¿De qué manera el texto de Zuzulich da cuenta de una “fractura” en la sociedad chilena?

DIEGO PORTALES Y DIFERENTES VISIONES SOBRE SU FIGURA.

Estamos Acostumbrados a pensar la Historia como un relato único, donde los hechos del pasado son reconstruidos a partir de los documentos que ese pasado va dejando. Eso en parte es cierto. Nadie discutiría que Santiago fue fundado en 1541. Todos los documentos de la época lo señalan claramente, y están disponibles para que cualquier persona los pueda consultar. El trabajo de un historiador sería entonces buscar esos documentos y entregarnos investigaciones donde la verdad histórica aparezca claramente establecida.
Sin embargo hay hechos, situaciones y personajes históricos que resultan más difíciles de comprender. Los historiadores son personas con sus propias ideas y visiones, y las investigaciones que hacen llevan la huella de esas ideas. De este modo, diferentes historiadores podrían llegar a conclusiones distintas sobre un personaje histórico, por ejemplo. Tal es el caso de las diferentes visiones de los historiadores sobre Diego Portales.
Nacido en Santiago en 1793, y muerto en Valparaíso en 1837, Diego Portales es una de las figuras más controvertidas de la historia de Chile. En un inicio fue un comerciante que, como sabemos, se adjudicó el Estanco del Tabaco en 1826. Los accidentados acontecimientos que se sucedieron entre 1823 y 1829 lo fueron llevando a la política, donde con un grupo de partidarios, que fueron llamados “Los Estanqueros”, dirigió una conspiración que organizó a los sectores más conservadores de la sociedad chilena en contra de los pipiolos, es decir, los partidarios de un orden más liberal y participativo.
Con el triunfo que obtuvieron los sectores conservadores en Lircay (1829) Diego Portales pasó a ser la principal figura de la política chilena. En su calidad de ministro de Guerra y Marina fue el verdadero poder en las sombras durante el gobierno de José Joaquín Prieto. Desde ese cargo promovió el orden y el respeto a la autoridad como pilar fundamental para la estabilidad del estado chileno.

Para Portales tal respeto, sin embargo, no tenía que aparecer vinculado a una persona en particular. De ahí que se negara al retorno de Bernardo O’Higgins, quien estaba en el Perú, y de ahí que él mismo renunciara a ser vicepresidente de la República. La autoridad, opinaba él, no debía aparecer vinculada a una persona en particular, sino al estado chileno.
Este respeto a la autoridad no resultó fácil de establecer, ya que para lograrlo Portales estableció una serie de medidas represivas. Por un lado castigó duramente a los sectores liberales derrotados en Lircay. Muchos de ellos fueron exiliados, otros encarcelados y todos perdieron sus rangos militares. Por otro lado tomó drásticas medidas en contra de los sectores populares, persiguiendo la comisión de delitos y castigándolos duramente.
Es por estos dos aspectos por lo que los historiadores no tienen un juicio único sobre Diego Portales. Por ejemplo, el historiador conservador Alberto Edwards en su obra “La Fronda Aristocrática en Chile” (1928) señala:
“La idea majestuosa simple que inspiró a don Diego Portales, era realizable y capaz de organizar un poder duradero y en ‘forma’, porque ella reposaba en una fuerza espiritual orgánica que había sobrevivido al triunfo de la Independencia: el sentimiento y el hábito de obedecer el Gobierno legítimamente establecido.
“Pero nada más difícil que llevarla a la práctica. El antiguo poder monárquico había durado por siglos: la conciencia de su inmutable y majestuosa estabilidad era una parte de su fuerza. Contaba, además, con su apoyo, con el prestigio de las creencias. De ello apenas quedaba el hábito inconciente de la obediencia pasiva que dormía, es cierto, en el fondo de las almas, pero que era necesario despertar. Había que hacer surgir del caos revolucionario un gobierno improvisado, hijo de la revuelta pero que a la vez inspirase, desde el principio, la veneración religiosa que por lo regular sólo acompaña a las instituciones consagradas por el tiempo”

El orden restaurado por Portales, de acuerdo a Edwards, supera al caos del período 1823-1829. El autor siente un gran asombro y admiración por la forma en que Portales y sus partidarios echan a andar un nuevo orden, donde la estabilidad es primordial:
“Al leer los documentos originales de esta época interesantísima, he sentido siempre la sensación de encontrarme ante un poder legítimo, restaurado después de una larga usurpación, y que desea borrar hasta el recuerdo de la anarquía. Los ministros ponían silenciosamente orden en todo, sin aludir siquiera a la existencia de un desorden, de una situación irregular; se diría que habían estado despachando por muchos años, bajo una monárquica antigua y tradicional, cuya legitimidad nadie ponía en duda. […] Esa sensación de estabilidad la experimentó el país desde el primer momento, como por obra de milagro. Nadie se atrevió a combatir un poder que no dudaba un solo instante de sí mismo.
“No existe en América ejemplo de una restauración más completa de todo lo que podía ser restaurado después de 1810. Un jurista lo percibiría difícilmente, porque ello no fue obra de las leyes, del derecho público, de las combinaciones constitucionales. Fue una gran realidad que se impuso majestuosamente. El genial pensamiento del modesto comerciante de 1825 [Portales], se había hecho carne.”
Desde un punto de vista totalmente opuesto el historiador Gabriel Salazar en su libro “Construcción del Estado en Chile” (2005) critica no sólo a Diego Portales, sino sobre todo la valoración que se le da como creador del orden político en Chile:
“Si el general O’Higgins ha sido el “padre” militar de la separación de Chile del Imperio Español, el comerciante Diego Portales ha sido el “padre” civil del Estado Nacional. […] Si en O`Higgims existió de algún modo una opción republicana que se expresó en el acto postrero de su abdicación, en Portales no existió ni una opción republicana ni una democrática. Ambos ignoraron la soberanía popular y los proyectos constitucionales emanados de ella. Ambos ignoraron el diálogo con sus adversarios políticos, la amnistía para los ciudadanos opositores y aplicaron penas máximas contra los que discreparon y se rebelaron. Para ambos se ha dicho, a modo de justificación, que su conducta dictatorial, arbitraria y represiva era necesaria por razones prácticas, para constituir un ‘orden’ que realmente funcionara en una sociedad que era aun primitiva y dominada por su enorme ‘falta de ilustración’. Su genialidad heroica habría consistido, por tanto, en asumir conductas dictatoriales al servicio superior del “realismo político”: ése que ignora los medios para llegar a los fines.”

“Para construir un orden estable en tiempos de paz como vivía Chile entre 1823 y 1830 ¿se requería descabezar el ejército nacional, aprobar leyes secretas, desterrar a los adversarios, fusilar a rebeldes e instalar el terror en el país?”
Finalmente Salazar se pregunta:
“La mitificación y heroificación de los personajes nombrados, ¿ha respondido a una necesidad colectiva de todos los chilenos, o sólo a la necesidad particular de un grupo determinado?”.
Como podemos ver la discrepancia entre ambos autores es absoluta. Mientras Edwards valora la restauración del orden, Salazar cuestiona los métodos seguidos para establecerlo. Donde uno ve a un estadista genial, el otro ve un político que hacía uso de métodos políticos cuestionables.
Textos usados:
Edwards, Alberto: “La Fronda Aristocrática en Chile”. Editorial Universitaria. Stgo. 1984. Pp. 66 y ss.
Salazar, Gabriel: “Construcción de Estado en Chile”. Editorial Sudamericana, Stgo. 2005. Pp. 22 y 23.

LA CUESTIÓN SOCIAL EN CHILE: EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA

            Hacia Finales del siglo XIX Chile experimenta enormes cambios en lo económico y lo social. La pequeña ciudad que era Santiago a mediados del siglo, comienza a crecer extraordinariamente, pasando de  90 mil habitantes 1854, a 332 mil en 1907. Este gran aumento se explica fundamentalmente por un fenómeno: la migración del campo a la ciudad. Las personas que participan de esta migración ejercen diversos oficios, entre los que destacan el servicio doméstico y las actividades artesanales. Pero muchos de los migrantes no van a tener un empleo fijo, ocupándose en diferentes actividades según la demanda de mano de obra.
            La ciudad de Santiago (y esto vale también para las otras ciudades grandes de Chile, como Concepción o Valparaíso) no va a estar en condiciones de entregar a estos nuevos habitantes de la ciudad lo necesario para vivir con cierta dignidad. No había casas suficientes, de modo que la mayoría de estas personas simplemente se “arranchaba” en los suburbios de la capital, ocupando de manera precaria sitios disponibles. Tampoco Santiago tenía un sistema de alcantarillado y de agua potable que permitiera a estas personas tener condiciones de higiene aceptables.
            Durante la segunda mitad del siglo XIX se comenzaron a construir un tipo de viviendas que buscaba dar respuesta a la demanda que significaban estos nuevos habitantes de Santiago. Se trata de los conventillos, construcción en la que dos hileras de piezas confluían en un patio común. Estas construcciones se llevaron a cabo por iniciativas privadas; no fueron una respuesta del estado al problema de la vivienda, sino oportunidades de negocio para propietarios que podían arrendar las piezas.
            No era mucho mejor la vida en los conventillos en cuanto a las condiciones de quienes allí vivían. El hacinamiento, y sobre todo las precarias condiciones higiénicas, hacían de este tipo de viviendas lugares expuestos a las enfermedades. Al respecto señalaba un médico de la época:
“¿Quien que conozca el interior de estas miserables pocilgas no se sentirá harto de conmiseración y de lástima para tantos infelices que se ven obligados a habitarlas? Piezas siempre desproporcionalmente estrechas para el número de individuos que se amontonan en ellas para vivir o dormir, sin otro piso que el suelo natural o mal enladrillado, con un techo siempre sin cielo y reducido a veces a una simple lámina de calamina, sin otra ventilación ni tragaluz que una puerta mal ajustada y colocada para remate en la mitad de los casos del lado de la sombra; un patio estrecho y que en toda estación, de enero a enero, es un inmundo charco de aguas sucias y corrompidas, y una abigarrada población, compuesta de individuos de toda edad, sexo y condición moral y confundidos en horrenda promiscuidad, eso es un conventillo”.
Este texto es interesante porque nos habla no sólo de las condiciones de vida de estas personas, sino también de cómo ciertos sectores de la elite se acercaban a estos problemas.  
No es de extrañar que en este contexto las enfermedades asociadas a la falta de higiene y al hacinamiento tuvieran una gran prevalencia. Enfermedades como la viruela, el tifus, la tisis o la tuberculosis no sólo eran frecuentes, sino que eran responsables de altas tasas de mortalidad en los sectores urbanos. Todo esto hacía posible que otro médico de 1892 señalara que “Santiago es una de las ciudades más mortíferas del mundo”.
Referencia:  Romero, Luis Alberto. ¿Qué hacer con los pobres? Elites y sectores populares en Santiago de Chile 1840-1895. Ariadna Ediciones, Santiago, 2007

Preguntas:
1.- ¿Cómo se origina el problema de la vivienda en este período?
2.- Ante el problema de la vivienda que se expone en el texto, piensa cómo reaccionarías si fueras:
Ø      una autoridad de la época.
Ø      un afectado por esta situación.